La reina negra


Es difícil vencer la impotencia que nos causa la muerte de un ser querido. De repente, miles de palabras nunca dichas acuden a nuestra mente. Una cadena de frases mudas y sílabas rotas acaban por atormentarnos.

           Ante su llegada, quedamos sumidos en una batalla ajena intentando arrebatarle la victoria. No nos damos cuenta que luchamos al borde del abismo y somos nosotros los vencidos. La muerte es una reina negra que siempre hace jaque mate al rey blanco.

           Un sentimiento de amor teñido de infinita tristeza aplaca nuestra amargura, suavizando la derrota en la batalla.

           Nuestra existencia queda temporalmente interrumpida, lapidada, como si las piedras caídas en el camino descarnasen los cimientos de nuestra vida.

           El único bálsamo que nos hace despertar de ese lapso temporal son nuestras lágrimas. Lágrimas de despedida con las que hacer la argamasa necesaria para reconstruir las ruinas.

           Otra lucha se abre ante nosotros, continuar con nuestra vida. Debemos reanudar nuestra andadura y recobrar nuestra energía. Esos seres queridos dejaron su huella en nuestro corazón. Realizaron bien su trabajo. Ahora nos toca a nosotros. Un futuro nos espera, paciente y orgulloso. No le defraudemos, sigámoslo. Vivamos.

           Cuando nos llegue la hora, ya lucharemos cara a cara con la reina negra.

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