¿Quién
iba a pensar que esos sarnosos acabarían con el rabo entre las piernas?
Dialogué con ellos hasta llegar a la
extenuación pero su cuadriculada mente no les dejaba ver más allá de su barriga.
La huelga de hambre había encarnizado los ánimos y sus ecos estomacales ganaron
la batalla.
Antes de aquello, protagonizamos un cuerpo
a cuerpo que sesgó la vida de muchos y tras aquellos trágicos sucesos,
decidimos reivindicar nuestros derechos declarándonos en huelga de hambre.
Confiábamos en que la influencia mediática desencadenada por una noticia de tal calado, reforzaría nuestras peticiones.
La libertad de elección es algo que
no siempre está al alcance de todos, pero éramos idealistas y creíamos que debíamos
luchar por ello. Queríamos decidir por nosotros mismos y ser útiles en la
sociedad caótica que nos acogía. ¿De qué servía recluirnos en aquel lugar? ¿Qué
beneficio obtenía la sociedad con ello? Ninguno.
Tras comprobar la poca efectividad de
nuestro sacrificio, los insurgentes se encargaron de minar los ánimos y destruir
la hermandad de los miembros afectos a la causa. Todo quedó en un sueño inconcluso
que no pude convertir en realidad.
Os transmito los hechos tal como
sucedieron, para que seáis conscientes del mundo que nos rodea. Ser amigo fiel
y servidor leal es algo que nos viene impuesto. Nuestro único deber es acatar
órdenes sin plantear objeciones.
Yo quise ser objetor de conciencia
cuando me ordenaron matar a un hombre y pagué mi culpa siendo recluido en aquel
horrible lugar. No todos corrieron la misma suerte que yo. Sólo unos pocos nos
libramos del holocausto, gracias a la bondad de algunos hombres buenos.
Ahora ya soy viejo y sé que no seré
yo quien cambie esta sociedad, pero vosotros podéis conseguirlo. Demostrad que
tenemos sentimientos. No dejéis que aniquilen ese instinto bondadoso que todos
llevamos dentro. Tenemos amor para compartir, dejemos la agresividad de lado.
Podéis salvar vidas y servir de ayuda. Ser asesinos no es nuestro único
destino.
Ser hijo de un policía marcaba
inevitablemente tu futuro. Te definía como fiel servidor y te obligaba a matar
al agresor si te era ordenado. Incumplirlo, suponía pasar a un centro de
readiestramiento con normas estrictas y dolorosas. Si no superabas las pruebas,
eras castigado con la inyección letal.
El sueño de Bumer tardó años en
convertirse en realidad. Su nieto, Bala, fue uno de los primeros que pudo
elegir.
Alguien llegó a plantearse que
podíamos ser más útiles si realmente hacíamos aquello que queríamos hacer.
Desde entonces, nuestro posible
futuro queda marcado a los seis meses, mediante una sencilla elección. En un
lado de la sala, una cara sonriente necesitada de amistad, te espera con los
brazos abiertos; en el otro lado de la sala, un policía que desea un
compañero fiel, también.
Los centros de readiestramiento dejaron
de existir y se normalizó la Institución de «La Segunda Oportunidad». Uno
siempre podía admitir que había equivocado su elección y probar suerte en el
otro lado de la sala.
Fue así como pasamos de ser meros
ejecutores a ser colaboradores de la Ley y de los hombres. A cambio, recibimos el título honorífico de «Mejor
amigo del hombre».
Esta es nuestra historia, la
verdadera historia del Pastor Alemán. Una historia de amor que Bumer quiso
transmitir a los suyos y que, finalmente, los humanos llegaron a comprender.
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