Es
la noche de Todos los Santos. Al fondo, una oscuridad férrea adobada
con un hedor insoportable, espera al acecho.
─¡Joder tío,
cógele mejor los pies, que se me está cayendo!
─¡No me toques
los cojones! Déjate de mariconadas y agárralo bien por los sobacos.
─Vale, macho. No
se te puede decir nada.
El paquete
transportado pesa unos ochenta kilos, presenta dos orificios de bala
a la altura del corazón y unas córneas vacías rellenadas con
barro. El jefe cree que los muertos pueden vernos desde el más allá.
Prefiere zanjar el tema así, por si las moscas.
Lo trasladan al
vertedero de Mora. Allí, le han dado viaje a más de un indeseable.
Éste, ha recibido su billete en el despacho del mandamás.
─A la de tres.
Una, dos y… tres.
─¡Hala! Vámonos
de aquí, que esta peste no se puede aguantar.
En la carretera, el
recorte de unas sombras humanas aparece de la nada.
─¡Mierda!
¿Quiénes son esos?
─Aquí, tras estos
bidones. Esperemos que se vayan.
─Mal rollo.
Se acercan
lentamente. Cuando están a pocos metros, pueden ver sus rostros.
Son cinco hombres de mirada gatuna que centran su atención en los
bidones.
En ningún momento
han reparado en su ropa ni en las filas de gusanos que corretean por
ella. Sólo el diente de oro del Pecas, al apoyar su osamenta sobre
la tapa de uno de los bidones, les mete el miedo en el cuerpo.
─Este año nos
toca banquete de cerdo ibérico, muchachos. A por ellos. Que no
decaiga la fiesta.
¡Qué bueno, Yolanda! Me acabas de robar una gran sonrisa con ese final.
ResponderEliminarBuena ambientación, escenario muy bien construído, personajes ajustados, trama con engranajes bien engrasados, final que descoloca y nos hace volver a leer desde el título.
Gran trabajo.
Un saludo,
Gracias por tu comentario, Pedro.
ResponderEliminarGuardaré tu gran sonrisa en mi baúl de sonrisas robadas.
Un saludo.
Yolanda, el mundo al revés o las perdices atacando a los pájaros. Y es que a los muertos hay que tratarlos bien, con su amabilidad que sino luego... puede pasar como en tu relato.
ResponderEliminarMe ha gustado esa dosis de humor negro que has destilado.
Un abrazo fuerte.
Esta vez he elegido el humor negro para crear la poción.
ResponderEliminarCelebro que la dosis usada te haya complacido. Hubiese sido arriesgado añadir a mi alambique una pizca de humor de otro color, pues con los ojos de muerto, los gusanos corredores y una gota de oro bien cargadito de sarro, el caldo ya era suficientemente espeso.
Un abrazo fuerte.
El final no lo entiendo bien. ¿Insinúas que no son ni judíos ni musulmanes? Tal vez sean protestantes, o ateos, porque a los católicos, creo, les toca abstinencia gochera el día de todos los santos. Excelente micro agnóstico.
ResponderEliminarEsto es lo que pasa cuando te ponen a Halloween hasta en la sopa, que una horda de resucitados empieza a pasearse por tu cabeza y de repente te encuentras escribiendo un montón de cosas extrañas.
EliminarEn ningún momento me atreví a preguntarles qué religión profesaban, no fuese que el Pecas, al verme, añadiese: "Y de postre, tocinillo de cielo"
Un saludo.
Fuerte la historia con giro inesperado al final. Me ha gustado el lenguaje natural, que le da mucho realismo y fuerza al relato. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarMe apetecía escribir algo diferente.En este caso, no cabía otro tipo de lenguaje. Debía ser el callejero, desvergonzado y soez. Llámalo “natural” si lo prefieres. Creo que imprime más credibilidad al diálogo, pese a lo increíble de la historia.
EliminarGracias, Julio. Un abrazo.