Alegría, Amor y Felicidad abandonaron la sala de juego
y nos dejaron solos. Mi adversario había ganado todas las partidas. Era mi
turno. No se trataba de dinero, la inmaterialidad era la única exigencia. ¿Qué
podía ofrecer yo?
─Algunos creen que Tristeza,
Desamor y Amargura pueden soportarse. El mundo se ha vuelto loco y no sopesa sus
apuestas ─me dijo con la expresión
severa, mientras esperaba la mía.
─Pues yo… apuesto
mi sombra, creo que podré vivir sin ella si pierdo ─lancé osado, mientras parecía taladrarme
con sus pupilas infinitas.
─Acepto tu apuesta, aunque ya veo
que desconoces las leyes de la Física ─soltó sin más.
Como era de suponer, perdí. Desde entonces, la Tierra tiene dos lados
oscuros.
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