Madre

«Kate, no me gusta verte tan triste. Tienes amigos que te quieren, así que no me vengas con milongas. O te levantas voluntariamente de esa cama o te levanto yo a la fuerza. ¿Qué? ¿Qué no me crees capaz? Ya lo creo que sí.
           Si ayer me hubiesen dicho que una crítica sobre tu cuento iba a afectarte tanto, me hubiese reído en su cara. ¿Por qué? Porque tú siempre pones tu  corazón en todo lo que escribes y eres capaz de pintar con palabras cualquier espacio imaginable. Eres inmune a ciertos comentarios.

           ¿Recuerdas aquella vez que te lamentabas porque todo cuanto veías desde la ventana de tu habitación no era más que una acera rota, dos árboles viejos sin hojas y unos edificios grises? Insistías en convencerme de que aquel escaparate no motivaba en absoluto tus neuronas y necesitabas huír para encontrar la inspiración que guiara tus palabras. No me mires así, por tu sonrisa, supongo que lo has recordado ¿No?

           Ya entonces, te dije que podías escribir cosas maravillosas porque tu mente era prodigiosa. Y al instante, me vi escuchando una de tus historias. La acera rota, se convirtió en la vía real del Paraíso de las Hadas; los árboles viejos sin hojas, eran los guardianes de la princesa Zoe; y aquellos edificios grises, se transformaron en un palacio plateado que brillaba bajo el reflejo de la Luna.

           Si tu relato no le gustó a Sami fue porque no siempre sabe apreciar la belleza de lo que escribes.  No podemos esperar que todos piensen lo mismo que nosotros. Si fuese así, seguramente, el mundo sería muy aburrido.

            ¡Bien, ya veo que te levantas!

           Vistete rápido, anda, que Sami vendrá a buscarte. Y alegra esa cara, mujer, que hoy te van a dar tu primer diploma. Precisamente por ese cuento que Sami calificó de «bodrio».

           ¿Cómo que no te lo mereces? Digo yo, que los miembros del jurado del concurso escolar lo habrán elegido porque es bueno ¿No? Sí, ya sé que fastidia que tu mejor amigo critique tu trabajo, pero no pasa nada. Simplemente a él no le han gustado tus duendecillos.

           Ponte el vestido blanco y la chaquetita de punto salmón, que hoy tienes que estar muy guapa. Sami llevará traje de chaqueta y estará encantado de ser tu acompañante en este acto. ¿Qué más quieres?

           Ahora, sí estás radiante y preciosa, cariño. Ha sonado el timbre. Anda, baja, que Sami estará esperando."


La hija cogió la foto de su madre, la miró sonriente y le dio un beso antes de bajar. En la mesilla, quedó esperando el regreso de su hija.

2 comentarios:

  1. Yolanda, muy tierno este relato en el que lanzas el mensaje que todos somos permeables a las críticas y que se deben aceptar. Nadie reprocha las buenas pues por lógica tampoco las malas. Lo importante es quedar satisfecho con lo que uno hace, lo demás, sirve o se debe descartar según convenga y de quien lo realice.

    Un buen micro con un final, como digo muy tierno.

    Abrazos.

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  2. Gracias por tu comentario Nicolás.

    También creo que lo importante es quedar satisfecho con lo que uno hace.
    Lo que ocurre es que para llegar a alcanzar esa "sabiduría", un adolescente debe madurar. Y que mejor que una madre (o un padre), en este caso ausente pero siempre presente, para ayudarle en tan difícil batalla.

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