Engendrando el Secreto



En clase, el profesor nos había enseñado cómo debe puntuarse correctamente un diálogo entre personajes. Descubrí que existe un guión largo, distinto al corto del teclado, escondido entre los símbolos de las herramientas.

           ¡Qué alegría conocer un carácter nuevo, tan alegre y elegante! El flechazo fue instantáneo. Incorporé a mi lista de propósitos usarlo el resto de mi vida en cualquiera de los diálogos que mis dedos pudiesen teclear.

           ¡Cuán triste me parecía ahora ese guión corto! Condenado a menguar cantidades, a causar miedo si de dinero se trata y a congelar las ideas cuando bajan los mercurios.

           Otra cosa que aprendí: Nunca debe ponerse un espacio detrás de un guión largo. ¡Dios me libre! ¡Cómo he podido no darme cuenta durante cuarenta y cuatro años! Recuerdo que cuando llegué a casa, miré unos doscientos libros de la estantería para ver si en todos ellos se cumplía aquella norma básica usada en la edición de relatos. ¡Tantos libros leídos y nunca me había fijado en esas pequeñas rayas! Pensé: «Nunca te acostarás sin saber una cosa más», como dice el Refranero.

           Bien, allí estaba yo rebosante de felicidad ante tanta sabiduría, cuando, como alumna aplicada y ejemplar se me ocurrió preparar un pequeño diálogo al que titulé: «Secreto entre hermanas». Me fijé minuciosamente en la debida colocación del guión largo, esperando la aprobación del profesor en cuanto al uso del mismo.

           El siguiente jueves que teníamos Taller de narrativa, acudimos mi hija y yo, como siempre, para empaparnos de sabiduría editorial. Al finalizar la clase, muy instructiva por cierto, le mostré mi diálogo al «profe», se fijó en la correcta colocación del guión y luego lo leyó en voz alta para que otros dos compañeros pudiesen escucharlo. Ambos apuntaron que a partir de aquel pequeño diálogo podía contarse una gran historia. Interesante anotación que me guardé en el fondo del armario.

           El último día del taller, nos pusieron deberes para el verano: Un relato de treinta mil palabras.

           ¿Por qué no? ─Me dije.

           Et voilà.

           Por supuesto, no pude resistirme y lo hice de más de treinta mil palabras. Es una historia totalmente ficticia y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

4 comentarios:

  1. oh! q bueno saberlo! =D
    lastimo q no encuentro ningun de esos signos, =(
    a donde estaran?

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  2. Es muy sencillo Eugenia, si no puedes insertar el símbolos desde tus Herramientas, puedes conseguirlo presionando la tecla [alt] y, a la vez, tecleando el número [1 9 6].
    (A esto se le llama código Ascii, lo aprendí en el año 1988 cuando estudiaba Informática de Gestión y los procesadores no eran tan modernos como ahora. La tabla de Ascii puedes obtenerla de internet).

    Un placer ayudarte.

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  3. bueno... genial! ya la he buscado.. y he entendido un comentario q me habias hecho en capitulo 7.
    claro, tu hablabas de esa tabla, y yo no la tenia...! :P
    ahora la tengo!! jajaja
    gracias por todo!

    (desapareci, pero aca volvi... :D )

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  4. Bien, me alegro Eugenia. ¡Ya ves!, cualquier carácter es fácil de obtener únicamente apretando la tecla [alt] y luego apretando un número.
    Si alguna vez no acabas de comprender algún comentario de los que te escribo, no dudes en pedirme una aclaración.
    Estaré encantada de enseñarte lo que pueda, no lo dudes.

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