Secreto entre hermanas (Parte II: Jorge y Rafa, 2005-2006) (2)

El Inspector Poveda nos había dicho que los únicos que conocían nuestra verdadera identidad en aquella empresa, eran los jefes, Paolo y Giovanni, y un tal Pérez de personal. Desconocían en qué consistía nuestra investigación pero, no obstante, no habían puesto ninguna objeción. Sabían que, en ningún momento, debían preguntar nada sobre el caso que investigábamos ni descubrir nuestra verdadera identidad. Nos iban a tratar como dos trabajadores más.

           Para facilitarnos la entrada en su círculo de amistades teníamos que vivir próximos a ellas, así que, durante esos meses se nos asignó un noveno piso de la Avenida Menéndez Pelayo, desde cuya galería veíamos las ventanas del salón y de la habitación del piso de las chicas, un séptimo de la calle paralela.

           Hicimos el traslado de nuestras cosas a nuestra nueva vivienda. Estaba amueblada y, aunque era pequeña, resultaba confortable. En realidad, nuestro edificio había sido diseñado por el mismo arquitecto que el edificio de las chicas, de modo que, resultaba fácil imaginar que la estructura de su piso era similar a la del nuestro.

           Tras la acomodación, nos dirigimos a las oficinas de personal de Paolo&Giovanni. Preguntamos por el tal Pérez. Nos atendió amablemente y nada en él reflejaba que sabía quiénes éramos. Recuerdo que pensé que nuestro inspector estaba equivocado y aquel individuo no podía saber nada de nosotros, algún gesto le hubiese delatado. Luego, recapacitando un poco, llegué a la conclusión de que aquel hombrecillo era un buen profesional y se limitaba a hacer lo que sus jefes le habían mandado, sin preguntarse en ningún momento qué pintaba la policía judicial en aquel edificio. Nos presentó al encargado y, éste nos acompañó a los vestuarios. En las taquillas teníamos el mono que debíamos ponernos sobre la ropa. Nos presentó a Marina y a Fedra y nos asignó las tareas correspondientes a cada uno. Directamente nos pusimos cada uno a lo nuestro. Cuando el reloj marcaba las nueve, subimos de nuevo al despacho de personal. Pérez dijo que tendría preparados nuestros contratos.

           La suerte quiso estar de nuestro lado, oí a una secretaria cómo saludaba a Marina y a Fedra. Iban a recoger la nómina. Vi cómo nos miraban disimuladamente. Contemplé a la hermana mayor, una pelirroja pecosa que era una preciosidad. Tenía las curvas bien marcadas y hablaba con total seguridad, por un momento olvidé dónde estaba.

           ─Jorge, ¿Piensa firmar el contrato o no? ─me preguntó un Pérez con cara de pocos amigos, al verme mirando hacia otro lado.

           Rafa, que ya lo había firmado y no se había percatado aún de la presencia de las hermanas, me pegó un codazo.

           ─Rafa, tío, que me has hecho daño ─le dije.

          ─Vamos Jorge, que a este paso no acabamos todo lo que nos queda por hacer y esta tarde empezamos  a las tres.

           Ellas se marcharon, nosotros salimos detrás y nos despedimos hasta la tarde con aire desinteresado. Cuando nos dimos cuenta, habían bajado por la escalera. Nosotros cogimos el ascensor. Al salir a la calle, decidimos ir a tomar un café para organizarnos un poco. Cerca de allí había un Café-Bar, se llamaba Menfis. Entramos y nos sentamos al fondo de la sala. El camarero se acercó para ver qué deseábamos tomar y en tres minutos nos contó media vida. Un tal Ramiro, muy campechano.

           ─Jorge, tío, los ojitos te hacían chiribitas mirando a la mayor. ¡No me digas que te gusta!

           ─…

          ─ Te recuerdo algo que me dijiste tú hace tiempo: «Donde tengas la olla no metas la…». Yo no me he fijado mucho en ellas, pero para mi gusto, la pequeña es la más guapa.

           ─No pienso olvidarme de donde tengo la olla, tranquilo. No he mirado mucho a la pequeña, sí creo que es guapa, pero si tuviera que elegir, sin duda escogía a la mayor.

           ─Oye, este sitio parece un antro, pero el café es estupendo. Tendremos que venir más veces ─dijo Rafa saboreando un sorbo.

           ─Silencio, chicas a las tres.

           ─¿Qué?

           Iban hablando ensimismadas y no se habían dado cuenta de nuestra presencia. Se sentaron justamente en la mesa del lado. Otra vez la suerte estaba con nosotros. Era la ocasión perfecta para acercarnos a ellas y hacer una primera toma de contacto.

           Las saludamos y les propusimos sentarnos con ellas. Marina me soltó un dardo envenenado intentando que las dejáramos tranquilas. Pero, por supuesto, hicimos oídos sordos y nos sentamos descaradamente en su mesa sin ser invitados. No podíamos desperdiciar aquella coincidencia.

           La conversación no fue demasiado extensa pero, al menos, lo que nos dijeron era cierto. Noté que Rafa miraba con gran interés a Fedra y, para mi asombro, me pareció distinguir que la chica le correspondía. Crucé unas breves frases con la dama de hierro que, parecía haberse percatado también del detalle y, de repente, tenía unas increíbles ganas de irse de allí. Cualquiera hubiese dicho que estaba protegiendo a su hermana de algo terrible. Solo obtuvimos una información que desconocíamos: Salían poco por la ciudad, pocas amistades tendrían.

           Cuando fuimos a pagar a Ramiro, descubrimos algo más.

           ─Trátamela bien chiquillo, no le des esos disgustos. Ayer me llenó la mesa de clínex de tanto llorar. Menos mal que hoy he visto un brillo especial en sus ojos. Se nota que te ha perdonado ─le soltó a Rafa.

           ─No se preocupe Ramiro, yo la quiero un montón y sé que al final todo volverá a su cauce ─le dijo un angelical Rafa.

           Nos fuimos de allí saboreando las migajas con las que nos habíamos encontrado.

           ─Pues no me ha parecido la chica que sale de un mal rollo con nadie. ¿Y a ti?

           ─A mí tampoco Jorge. Pero ese camarero se ha quedado feliz con mi respuesta. ¿Por qué lloraría Fedra?

           ─No lo sé. Anda, vamos a comprar algo en el mercado que hoy comemos a la una. A las tres continuaremos intimando ¿No?



2 comentarios:

  1. por un momento me perdi, digo.. se acaabo?... pero luego comprendo.
    es comola misma historia pero desde el punto de vista de los chicos verdad??
    asiq eran policias!
    y el padre tenia un hermano?? jojojo, ellas no lo saben , no es cierto?
    porq ellas dijeron q no tenian familia...
    bueno.. espero el proximo!

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  2. Así es Eugenia, ellos son policías, su padre tenía un hermano y ellas no lo saben.
    Esta segunda parte de la historia coincide temporalmente con la primera parte, aunque en este caso el narrador es Jorge y en la primera era Marina.
    Me alegro de que te guste.

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